domingo, 21 de junio de 2009

Un Medico Jedi (Cap 6)

Hoy me topé al Padre José en la cafetería, no se veía bien. Su cara asomaba una barba sin afeitar desde hace varios días. Su mirada permanecía fija en una taza de café vacía, como si quisiera llenarla de respuestas y beberlas de golpe para ponerse de pie y hacer lo que debía hacer, pero se negaba. Le pregunté si podía sentarme en la mesa, el sonrió extendiendo su mano para saludar. Odio hablar con los religiosos porque siempre creen tener una respuesta a lo que te pasa, eso hacemos los médicos también, solo que no acabamos envolviéndolo todo con una evidente necesidad de Dios y de paz interna que se vuelve un diagnostico único con un solo tratamiento. La vida no es así, no es lo que la experiencia me ha enseñado a mí, ni a muchos otros. Como era evidente que algo le pasaba la pregunta no estuvo de más.
- No se que hacer doctor, usted es el único que conoce nuestra historia y creo que es quien mejor nos podría entender – me dijo refiriéndose a idilio de amor entre la Sra. Julia y él, toda una novela podría salir de la vida de ambos y yo mismo la escribiría pero no tengo tiempo.
- No esa tan difícil como parece, usted habla y predica sobre la felicidad, es lo que todos quieren alcanzar en esta vida, por eso trabajamos, para tener dinero y lograr un estatus que nos de satisfacción. Nos enamoramos para no sentirnos solos y tener a alguien en este mundo en quien confiar. Nos agrupamos según nuestros intereses y formas de pensar y los llamamos círculo de amigos, etc. Si usted ama a la Sra. Julia y ella a usted no veo el porque perder más el tiempo pensando en que hacer. Usted sabe mejor la respuesta que yo y no porque sea un Padre, un representante de Dios, sino porque antes que todo es humano. Dios lo entenderá y lo perdonará después de no dirigirle la palabra un par de meses, ya sabe como son los amigos. –
- Me asustan un poco tus palabras, pero me asusta más darte la razón. Amo a Julia, ella fue determinante en mi vida y ya la perdí una vez. Tengo otra oportunidad pero tengo miedo de dejar todo e ir tras algo que no se cuanto tiempo pueda durar. –
- Así durara un minuto, si siente algo por ella, creo que valdría la pena. Siempre habrá algo que pueda hacer mientras aun haya vida… después solo nos queda continuar. Vaya y dígale que quiere estar con ella, rompa unas reglas y empiece a vivir, el cielo o el infierno pueden esperar, ya hizo todo el bien que pudo y no creo que de eso se olvide Dios. Después de todo solo esta amando a su prójimo, un poco más de la cuenta, pero es amor y acaso ¿No es sobre el amor que predicó jesús alguna vez? –
- Para ser un joven médico hablas como si hubieras vivido mucho –
- En esta carrera se vive con los propios problemas y con los de los demás y es como vivir de todo un poco. Por cierto, en dos días damos de alta a la Sra. Julia así que anímese –
Me despedí del Padre para dejarlo pensar, No se si todo lo que le había dicho había servido para despejar su mente o para nublarla más de lo que ya estaba. Yo tenía mis propios problemas en que pensar, pero sabía que al empezar con mis labores dejaría de preocuparme por todo eso. Lo malo es que al final del día mis problemas se iban conmigo a la cama y despertarían conmigo mientras no tratará de solucionarlos. Uno de mis problemas, el más bello de todos, se llama Carmen.
Odio admitir que indudablemente siento algo por ella, me pesa verla triste, hace 2 semanas que terminó con su novio, y aun así trata de hacer como si nada pasara. Me sonríe cuando me ve, trata de hacerme sentir bien aunque ella no lo esté y eso para mi es algo admirable. En un intento por regresarle el detalle de la sonrisa le invité un café. Cuando se lo dije me refería a ir a la cafetería por uno y conversar allá o quizá sólo querría el café y preferiría tomárselo sola y en todo caso se lo pediría para llevar y le dejaría alguna nota de animo. Una de las ventajas de que las mujeres sean impredecibles es que de vez en cuando te pueden sorprender tan maravillosamente que las hace más adorables de lo que ya eran. Carmen no sólo me aceptó la invitación del café, sino que me dijo que nos veíamos en la salida para decidir a donde ir. Se despidió tocándome el brazo de una manera que me hizo sentir como si me hubiera tomado 20 tazas de café de golpe, esos efectos únicamente suceden cuando los provocan mujeres como Carmen. Corrí a terminar mi trabajo y poner al día a mis pacientes. La mayoría me hizo el comentario de que me veía muy feliz ese día. Que más da disimular la felicidad si con eso se contagia a otros.
A quien no había felicidad que le contagiara era a Nico, las cosas iban de mal en peor con su novia y el problema no era precisamente ese, sino que todo aquello con su novia no terminaba por solucionarse o por irse al carajo. Permanecía en un limbo de discusión y negociación absurdos, reclamos y resentimientos pasados, era como si después de 2 años de relación toda aquella inconformidad y cosas que ambos se guardaron salieran a la superficie y las usaran como armas de destrucción masiva el uno contra el otro, pero nadie se atrevía a cerrar el capítulo. A pesar de que siempre hemos tratado de vivir nuestra vida en compartimentos, es decir, que los problemas de casa y otros no nos afecten en el trabajo, a veces hay situaciones que rebozan un compartimento y se derraman en el otro. Es inevitable.
Goitia en cambio, pese a los vientos que soplaban en contra para que pudiera acercársele a la Dra. González cambio su estrategia de ataque, como era obvio que no podría atacar por el frente y por ningún lado porque inmediatamente era reconocido optó por alejarse un tiempo y disimular que no pasaba nada, incluso volvió a perseguir a la chica de trabajo social con la que siempre había intentado salir y ella se había negado, curiosamente y a pesar de que anteriormente le había dicho que era lesbiana para que la dejara en paz, de repente le salio lo heterosexual y lo invitó al cine. Quizá eso hubiera impactado a Goitia hacía un par de meses atrás, pero ahora solo le emocionaba un poco, su verdadero interés estaba en otro lado. Era su indiferencia el último mes lo que finalmente había captado la atención de Zuly, la chica de trabajo social. Después de un tiempo de tener detalles con ella, Goitia se interesó por la dermatología y la dejó en paz. Zuly no podía permitirse perderse a tan peculiar admirador como lo es Goitia.
Conté cada hora que faltaba para salir, me apuré en todos mis pendientes y todavía me di tiempo de echarle una mano a Nico que parecía navegar perdido. De vez en cuando pasaba, sin querer, por donde se encontraba Carmen, me sonreía, yo le sonreía y continuábamos con nuestro trabajo con más interés. Faltando 10 minutos para que acabara el turno Carmen me habló y me dijo en el oído que me esperaría en la salida del estacionamiento, volvió a tocarme el brazo de la misma manera que la vez anterior y se dirigió a los vestidores para cambiarse. Terminé por hacer mi última curación del día y justo en ese momento, el Dr. Huerta me pidió ayuda para una cirugía de emergencia: un tipo de 40 años se había dado un balazo accidentalmente y había que sacarle una bala en el abdomen que parecía avanzar peligrosamente. No podía negarme a ayudar y dejar a mi maestro sólo, se que cualquier otro podría ayudarlo pero el me lo estaba pidiendo a mi. Mandé un mensaje con mi celular a Carmen tratando de explicar la situación, seguro se molestaría o ya no volvería a aceptarme otra invitación porque pensará que no programe mi tiempo o que tal vez no me interesa tanto. Resignado a todo lo anterior ingresamos a realizarle una laparotomía exploradora al tipo. Afortunadamente solo tenia algunas porciones de intestino perforadas y lesiones menores, la bala no toco órganos vitales, ni grandes vasos que le produjeran un sangrado mortal. En total fueron 2 horas de cirugía aproximadamente. Al finalizar me despedí del Dr. Huerta, me cambie de ropa como si no tuviera ganas de salir, una vez afuera recordaría que hoy pude haber tenido una genial cita y la perdí. Al revisar mi celular tenia un par des mensajes nuevos.
Mensaje de texto: De Carmen: “No te preocupes, estas cosas pasan. Otro día salimos por ese cafe, hasta mañana”
Realmente me desanimé, no esperaba menos. Caminé hacía la salida, tratando de que la desilusión no me pesará tanto. Antes pensé en pasar a comprar una barra de fruta a la cafetería, si hay algo peor que andar desanimado es andar hipoglucemico. Entonces la vi sentada leyendo un libro. Al darse cuenta de mi presencia me sonrió y me preguntó como había estado la cirugía. No podía creer que estuviera aun ahí, quizá se topó con alguna amiga y se perdieron tanto hablando que ni se dieron cuenta el tiempo.
- Decidí esperarte, pensé que no ibas a leer mi 2do mensaje, ya me estaba desesperando, no tenía muchas ganas de salir pero me anima mucho que te preocupes por mi, sonriéndome siempre a pesar de que andas ocupado y quien sabe que problemas tengas, eso es algo que aprecio. – Vaya sorpresa, me admira por lo mismo que yo la admiro y todo este tiempo solo era una reacción provocada por nosotros mismos. Por otro lado, el 1er mensaje me decepcionó tanto que no pensé en leer el 2do, lo olvidé. Disimuladamente revisé mi celular mientras salíamos del hospital para tomar un taxi hacía algún lugar lejos de ahí.
Mensaje de texto: De Carmen: “Siento mucho lo que dije, si quiero salir contigo, te espero en la cafetería, no tardes”.
Al día siguiente, de regreso en el hospital, ansiaba ver de nuevo a Carmen. Me la había pasado muy bien hablando con ella, me contó muchas cosas, incluso lo de su ruptura con aquel residente con quien tenía 6 meses de noviazgo, pero que no siempre habían estado juntos por cuestiones de trabajo. Sentía que ahora había llegado a otro nivel de confianza y por lo tanto acercarme a ella era más fácil. Tomé la iniciativa de llevarle un café a su área de trabajo y dejarle una nota que dijera lo bien que me la pasé el día de ayer. Me volví a topar al Padre José en la misma mesa, pero esta vez se veía diferente. Su barba estaba recortada y el cabello ya no lucía canas, se l había teñido de un color marrón oscuro, pero lo que más me llamó la atención es que vestía diferente.
- Doctor, seguí su consejo y en un mes nos casaremos y nos iremos de luna de miel a alguna playa como siempre lo habíamos planeado – Ciertamente me sorprendió.
- Felicidades Padre José –
- Sólo dime José o Pepe, como me han dicho desde siempre. Ya no soy más Padre José. Te agradezco mucho el consejo, de hecho has hecho muchas cosas por nosotros que no sabemos como agradecértelo –
- No me lo agradezca Pepe, es mi trabajo – En esos momentos es cuando piensas que vale la pena estar ahí y a veces no crees que puedas hacer tanto por alguien con pequeños detalles. Terminamos de hablar y fui buscar a Carmen. Hice una pequeña nota que pegué a su vaso y me dirigí a su área de trabajo. Iba entrando cuando un tipo con un gran arreglo de flores me bloqueó el paso y preguntó por la Srita. Carmen, alguien desde el fondo de la habitación respondió, era ella que con una sonrisa recibía el arreglo floral. La tarjeta era firmada por su exnovio. No podía disimular la emoción. Yo me di la vuelta haciendo como que no había visto nada, ella ni siquiera se dio cuenta que estaba detrás. Tomé la nota que había hecho y la tire a la basura. Esa mañana necesitaba más que una doble dosis de café americano para levantarme el ánimo. Pero decidí compartirle el otro café a alguien más. Nico se aferraba a su celular como intentando exprimirle una llamada que no llegaba. Al parecer en la última batalla con su novia ella había dado un golpe duro y esta vez las cosas ya parecían estar llegando a su fin. Le extendí mi mano con el café que era para Carmen, claro que el no lo sabia. Me miró extrañado, pero tomó el café. Sin preguntarle que pasaba me contó la situación. De verdad era algo crítico. Mi amigo ama a una mujer que a pesar del daño que le esta haciendo no puede dejar ir y es de suponerse que ella también lo ame porque si lo quisiera se hubiera deshecho de él desde hace tiempo, pero había algo que los mantenía juntos y al parecer no podían romper aun.
- Ya déjala – Le dije mientras daba un sorbo a mi café sabor “derrota matutina”.
- No puedo, la quiero mucho, la amo –
- Entonces ve por ella y dile eso, supongo que no es lo último que le has dicho en estas semanas –
- Para ti todo es tan fácil, no estas enamorado – eso dolió.
- Deja de hacerle al amor apache y búscala, dile que la amas, que si quiere seguir peleando esta bien pero que tu ya no lo harás porque no le quieres hacer daño y que si eso no le parece bien que te deje, porque tu no lo piensas hacer – me miró pensativo.
- A veces dices cosas que me sorprenden, tienes razón, cúbreme en el turno, sólo estaré fuera una hora, ya no me importa nada, se lo diré, de todos modos todo se esta yendo a la mierda y ya no hay nada que perder. Gracias por el consejo y por el café, te debo mucho.- tomó sus cosas y se largó.
Fui a ver a la Sra. Julia, se veía mejor después de la cirugía que había tenido y todo el tratamiento que le habíamos dado. Me daba gusto verla feliz, no parecía la señora amargada que siempre me arruinaba el día. El Sr. Pepe estaba a su lado sonriendo. Mañana la dan de alta y podrán hacer su vida. El hospital es un lugar donde pasan tantas cosas simultáneamente que es difícil pensar que pasen: muere alguien, nacen otros, se rompen relaciones, se fortalecen otras, hay sonrisas, hay llanto, hay dolor, hay paz.
Tuve que ir al área donde estaba Carmen porque debía llevar a un paciente para que se hospitalizara para ser operado ese mismo día. No sabia quien estaba más nervioso, si el Sr. Castro por su cirugía de próstata o yo por ver a Carmen. Aun así le dije al Sr. Castro que no estuviera nervioso, que todo saldría bien y que todo eran procedimientos de rutina y más “blablablaconsuelapacientes”. ¿Pero quien me consuela a mi? No hay “blablablaconsuelamedicos”.
Saludé a Carmen con menos entusiasmo que otras veces, le presenté a mi paciente con todo nombre, apellidos, edad, diagnostico, indicaciones y tratamientos a realizar como se acostumbra. Intente hacer una salida veloz del lugar y ella me detuvo con su mano, me preguntó si me sentía bien o que me pasaba. Me tragué el nudo en la garganta para poder hablar.
- ah, no es nada. Ya sabes que a veces las cosas no salen como uno las planea -
- si, es verdad. Mi ex novio me mando un arreglo de flores muy bonito, es un buen detalle. Me mandó una nota de perdón pidiéndome que regresemos – busqué el arreglo floral para ver en que seudo altar lo había puesto pero no lo vi por la sala, seguro lo guardó en otro lado.
- Se lo envié de regreso con otra nota de “NO GRACIAS” – sonrió por la travesura y yo porsupuesto que sonreí con ella.
- ¡Wow! Que directa. No se merecía menos, entonces ¿Estas bien? –
- Si, pero el que parece que no lo esta eres tu. ¿Me permites invitarte un café? Tú hiciste lo mismo por mí cuando me viste mal. – Mire al Sr. Castro que parecía estar desesperado en su silla de ruedas. Y claro que dije que si. Me retiré disimulando mi alegría. En el camino me topé a Goitia que estaba leyendo sobre un caso clínico de dermatología. Ahora que si lo necesitaba no se atrevía a preguntarle a la Dra. González. Por orgullo, por honor, por miedo… lo que sea pero no le hablaría porque debía demostrarle que el podía hacerlo. Yo apoyo las decisiones de mis amigos pero esa en juego un paciente así que le aconsejé que la buscara y le comentara el caso.
Al parecer las cosas empezaban a enderezarse un poco para todos, era como si el sol empezará a salir dentro del hospital y entonces una nube muy negra lo tapó:
- ¿Donde chingados esta el incompetente de tu compañero Nico? – Me preguntó el Dr. Morales. Uno de los médicos más duros del hospital. Nico se había tardado más de la hora y no tenía idea de donde pudiera estar.
- No lo se doctor, pero si necesita algo yo puedo ayudarlo mientras aparece –
- Por lo pronto dile que esta castigado de guardia extra el día de hoy y que me vaya a ver a mi consultorio. Tu lo cubrirás en la cirugía de mastectomía radical de las 3 de la tarde, si tienes algo que reclamar dímelo ahora –
- No, nada, todo bien. A las 3pm estaré en el quirófano – ¡Maldita sea! Nico me las pagará cuando lo vea, eso me pasa por andar arreglando cosas que no son de mi incumbencia. Ahora tendría que explicarle a Carmen que saldría muy tarde y que el café tendría que esperar para otro día. Cuando llegué de nuevo al área donde estaba la vi besándose con su exnovio el residente. Sentí como si cientos de bisturí se clavaran en mi pecho atravesándome, mi corazón sufría un infarto súbito por exceso de dolor y mi cerebro se colapsaba convirtiéndose en una gelatina de limón que con gusto me comería pero nada en mi cuerpo reaccionó por 60 largos segundos.
Nico venía llegando al hospital con una gran sonrisa y parecía como si lo hubieran cambiado por uno nuevo, me saludo dándome la buena noticia de que las cosas con su novia se habían resuelto muy bien y que seguirían adelante. No le importó cuando le dije que estaba castigado de guardia extra, ni se asustó porque el Dr. Morales quería verlo. Caminé por el largo pasillo hacía la cafetería, necesitaba tomar algo, si tan sólo vendieran alcohol en el hospital hubiera pedido un par de tragos para calentarme la sangre y continuar, pero sólo me daba para un par de juguitos que deseaba estuvieran fermentados aunque sea un poquito. Goitia me vio y me contó que su amada Dra. González lo felicitó por el diagnostico que hizo y le propuso presentar el caso en la sesión médica dentro de dos semanas, lo cual significaba que tendría que verla más seguido para comentar las pruebas, las fotos, la bibliografía y la presentación. Me agradeció el consejo y se despidió deprisa. Tenía que ir a hacer la historia clínica completa de su paciente.
Me senté en la mesa en la que el ex Padre José se sentó las últimas veces que lo vi en la cafetería. Curiosamente desde ese punto se tenía una vista general de la cafetería que no había notado. Al fondo se observaba una pequeña capilla donde un cristo, que curiosamente no estaba crucificado, sino de pie como invitando a pasar a la capilla, me guiñó el ojo y no se si lo hizo por burlarse o como un signo de animo pero lo miré molestó. Una enfermera se me acercó con una pila de expedientes en el brazo.
- Doctor, hay mucho trabajo en la consulta de medicina general, necesitamos que apoye y me enviaron a buscar a los médicos internos que estén desocupados, le dejó estos expedientes. – ¿Que clase de patada en los huevos es esta? Tomé los expedientes y bebí de un trago mi jugo de mango sin hacer gestos, me puse de pie sin decir nada. “Hay que vivir la vida en compartimentos” No puedo dejar que mis problemas personales interfieran con mi desempeño como médicos, ¡no puedo! No es un buen día para mi, definitivamente no lo es, los pacientes de seguro tampoco tienen un buen día, por algo han venido a consulta. Hare todo lo que tenga que hacer y me largaré a casa cuando todo esto termine, necesito alejarme de aquí al menos hoy. Di todas las consultas que me tocaron, ni si quiera me di cuenta del tiempo y me perdí la hora de la comida. Eran las 2:59pm y estaba despidiendo al último paciente, me di prisa para llegar a la cirugía, corrí por los pasillos hasta llegar al vestidor del quirófano, no había trajes quirúrgicos disponibles, me puse uno que era una talla menor de la que uso. Faltaban cubrebocas y gorros y la enfermera se demoró en darme unos. Entre al quirófano por fin y estaban a punto de empezar.
- No podíamos empezar sin usted, que bueno que nos hace el honor de acompañarnos - Dijo irónicamente el Dr. Morales.
- Disculpe el retraso, estaba dando consultas y no terminaba y… -
- No me digas nada, ya se que eres de esos médicos muy ocupados, pero tendrás toda la tarde y la noche para explicarme todo eso porque te quedas de guardia extra, ¿tenias algo importante que hacer? –
- No, nada – Traté de contener la bomba de maldiciones y mentandas de madre que esperaban a estallar de mi boca.
- Eso mismo esperaba que respondieras, buen chico. – Iniciamos la cirugía. Corta. Seco. Corta más. Seco más. Abre. Yo separo. Sostengo, limpio, secó, cortó hilos y el no deja de hablar y ensañarse conmigo. A mi mente viene la escena de Carmen besando al residente y un pinzaso en mi mano me regresa a la cirugía. Por fin vamos a cerrar después de un par de horas. El Dr. Morales me deja suturando porque ya empezó su programa favorito en la TV y me ordena que al terminar le llevé un café al cuarto de médicos. Sólo le digo que sí y me concentro en hacer bien mi trabajo.
Mañana estaba de guardia y ahora pasaré dos días seguidos aquí en el hospital, trató de mantener la calma, de no desesperarme. Quisiera tener algún amigo a quien decirle todo esto y desahogarme pero el hospital no es un bar donde puedes hacerte de amigos de una noche y decir todo lo que te pasa al fin y al cabo que no los volveré a ver. Aquí hay un perfil que mantener, el de médico. Necesito un cigarro que no es bueno para mi salud, ¡pero a quien le importa! Me merezco uno, ¡claro que si! Saldré por uno y me lo fumaré en cámara lenta mientras dejo que el humo se lleve todo lo malo de este día, aunque para ser sinceros necesitaría fumarme una cajetilla entera.
El estacionamiento es el lugar ideal y allá voy. Carlitos el conserje siempre tiene cigarros y me llevó bien con él por lo que me regalo un cigarro sin hacerme más preguntas. Ya en el estacionamiento enciendo mi cigarro, siento como la nicotina se filtra por mis alvéolos y pasa a mi sangre llegando a mi cerebro como un suave golpe que me relaja y saboreo ese momento de paz mientras suelto el humo lentamente. A lo lejos veo una pareja besándose recargados en un automóvil lo cual me recuerda a Carmen y al residente y hasta parece que los viera, pero a quien en realidad estoy viendo es al residente besando a otra mujer que no es Carmen. Me escondo para no ser visto por ellos y termino mi cigarro recargado en la pared. No se lo diré, no es mi problema, pensará que lo invento porque quiero estar con ella. No soy el indicado para decírselo. Nico entra a la escena, tenemos un parto que atender así que tiro mi cigarro sin acabar y vamos a darle la bienvenida a un nuevo humano.
La noche transcurre rápido, apenas puedo sentir mis pensamientos, termina mi guardia de castigo y quisiera irme a casa pero inicia mi turno de guardia. Hoy llegan un grupo de estudiantes de medicina que viene a prácticas en el hospital. Uno de ellos me pregunta.
- ¿Que tal es el internado? -
- ¡Genial! lo mejor que te tocará vivir al salir de la escuela – Eso fue lo mismo que me respondió un Medico Interno hace un par de años atrás cuando aun era estudiante y de verdad que le creí y por eso me esforcé más por llegar hasta aquí. Mis ojeras, mi cabello seco y mi barba sin afeitar podrían decir lo contrario pero mi sonrisa lo disimula bien. Voy a despedirme de la Sra. Julia y el Sr. Pepe, me prometen mandarme una postal de su luna de miel. Les doy las gracias y los veo irse de la mano por la entrada principal. Otra misión cumplida. Regreso al campo de batalla para ser asignado a otra misión. En la consulta llega mi primer paciente, un niño de 8 años llamado Juan que es fan de Star Wars, platicamos un poco del tema porque a mi también me gusta y estuvimos de acuerdo en que Anakin la cagó al irse al lado oscuro. Tuve que inyectarlo pero el no se quejó, ni opuso resistencia, se portó muy valiente y todavía me dio las gracias.
- ¿A que se debe que seas tan valiente? – dije mientras anotaba en su expediente.
- ¡Soy un Jedi! Usted también puede serlo – Me dice seriamente.
- Suena bien, ¿Me nombrarías caballero Jedi? –
- No puedes ser caballero Jedi, tu eres Médico Jedi – el caso es que tengo algo de Jedi y me agrada.
- Recuerda que como Médico Jedi no debes sentir odio, ni amor, debes entregarte a la Fuerza y hacer el bien. ¡El lado oscuro nos persigue siempre! – Entonces me cae como agua fría el consejo de aquel niño. Tiene mucha razón. En este trabajo no se pueden permitir todo eso si no se controla. Vaya que me ha dado una lección y sonrió porque no imaginé que pudiera darme alguien así semejante consejo.
- ¿Y cual es tu nombre de Jedi? – Le pregunté y al parecer no había pensado en eso.
- No lo se, no tengo uno –
- Bueno Juan, como eres muy valiente y sabio, yo te nombro “Obi Juan Kenobi”- Al parecer el nombre le encantó mucho, a la que no le hizo mucha gracia fue a la madre quien tendrá que lidiar un tiempo más con el fanatismo de su hijo.
- ¡Hasta pronto Obi Juan! –
- Que la fuerza lo acompañe Medico Jedi –
- Igualmente colega Jedi –Tomo mi “pluma láser” y firmo su expediente.
Salgo para llamar a mi siguiente paciente y a lo lejos veo a mi princesa Amidala saludando al Residente del lado oscuro. No me siento tan mal por que la Fuerza esta conmigo y no puedo distraerme de mis misiones. Ya habrá tiempo para enfrentarse a lado oscuro y entonces parece como si escuchara el tema de Stars Wars de fondo en mi cabeza mientras cierro la puerta para atender a mi siguiente paciente.
David Yaurima P.

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