jueves, 20 de mayo de 2010

Cuentos de microondas

En un intento por romper un poco con la rutina y fomentar más el vicio maldito de la escribidera, una muy querida amiga, hermana en letras, compañera bloguera y feisbukera: Adriana Sarabia y yo, decidimos realizar un pequeño ejercicio literario a manera de reto (y apostamos un sushi pero aun no se decide quien gana) el cual consistía en que cada uno diría 5 palabras con las cuales el otro debía hacer un cuento corto, mencionando o haciendo referencia a las palabras, sin importar el orden en el que aperecieran en el cuento, no mayor de 20 lineas.
En resumen, tomamos 5 palabras, las metimos al microondas y después de calentarnos un poco la cabeza en pensarle, salieron estos cuentos que aqui les presento...

Desamores Perros

A esta hora debe estar llegando de las clases de francés, supongo que no tardará en darse cuenta de mi ausencia y no tengo muy claro como va a reaccionar, si algo puedo agradecer en este momento es no tener que estar ahí para verlo. Probablemente los mejores recuerdos que tendré de Regina serán esas noches de incienso de sándalo tirados en la alfombra, solía divertirse tanto contándome las historias de una infancia llena de pasteles, globos con agua y lodo, y cantándome en un francés mal hecho hasta que sus risas dieran paso a un pequeño ruido que no alcanzaba a ser un ronquido pero delataba su partida a un mundo de sueños, lucía tan linda abrazada a mi cuerpo y yo... yo era tan feliz. Probablemente el único recuerdo que pueda competir con aquél es el de los paseos por el parque, siempre se veía tan hermosa pero en especial cuando se enfundaba en aquél vestido de grandes tulipanes amarillos y se ponía los taconcitos blancos, caminábamos siempre al mismo ritmo, parecíamos como estar sincronizados; Regina siempre se dirigía al mismo columpio, dejaba los zapatos a un lado y con un poco de esfuerzo lograba meterse en aquél armazón diseñado para un trasero mucho más pequeño, yo me sentaba a unos veinte metros de ella a verla reír cada vez mas fuerte a medida que la velocidad del juego aumentaba. La última vez que paseamos juntos por el parque apareció “él”, se sentó en el columpio de a lado, tuvieron una corta conversación y ella dibujo algo en su mano, nos fuimos, ella sonriendo yo desorientado. Después de eso no volvimos a ir al parque juntos, empezó a llegar excesivamente tarde del francés y muy cansada para cantarme o algo así, definitivamente había pasado algo entre nosotros, pero ayer todo quedó para mi bastante claro cuando los encontré haciendo el amor en nuestra alfombra, sin embargo lo entendí, como competir con eso cuando yo sólo soy un golden retriever y él es un hombre de verdad.

Adriana Sarabia ( más cuentos y desbarios de la monstrua en su hoyo comegente, visítalo en http://elhoyodelmonstruocomegente.blogspot.com/ )

Palabras Clave: Tulipanes, perro, columpio, incienso y pastel.

Otra de esas tontas historias de amor que le suceden a cualquiera

Hace poco más de un año la conocí en un bar. Había visto cientos de mujeres entrar al lugar pero ninguna como ella. Traía puesto un vestido de novia rojo, el cabello negro rizado, peinado como cortesana, los ojos llorosos con ese toque tan coqueto que da el maquillaje corrido por las lágrimas y un escote que despertaba la curiosidad de cualquiera. Me acerqué y saludé, me ignoró. Invité un trago, sonrió apenas un poco para rechazar con la cabeza la invitación. Me senté a su lado sin decir nada. Pasaron diez intensos minutos de compartir silencios entrecortados por respiraciones y sollozos. Encendí un cigarrillo y le ofrecí uno por cortesía, esta vez lo aceptó y después de darle dos o tres fumadas saboreando el humo, me preguntó que quería. – Hacerte compañía hasta que te canses de mi o yo de ti, lo que suceda primero, tengo tiempo – Sonrió aceptando el reto y ordenó dos tequilas. Bebimos tanto entre anécdotas, risas, mentiras y verdades a medias, que nos enamoramos esa misma noche. Me traicionó mi maldita necesidad de pertenecer a algo y alguien, y la morbosa curiosidad de que tan lejos podría llegar. Ella tenía un no se qué, que no se como y no tuve más remedio que pedirle que se casara conmigo a pesar de que antes me daban más nauseas pensar en bodas y fiestas familiares que despertar crudo en un carrusel funcionando, preguntando dónde estaba y cómo había llegado ahí. Apostaron que no duraría mucho. Pero yo sigo esperando eso que dicen, de que siempre le viene bien a uno sentar cabeza. Si de eso se trataba, una almohada decente hubiera sido suficiente para sentar la mía cada noche.

David Yaurima Parra.

Palabras clave: Rojo, boda, tequila, sabor y almohada.

Finalmente el ejercicio fue interesante, divertido y desestresante. Lee, vota, comenta, opina y decide quien gana! Si te interesa hacer Cuentos de microondas envia un sms, msj, email o señal de humo para incluirte. Saludos.

sábado, 1 de mayo de 2010

Libertad, Igualdad, Fraternidad

Ella se llamaba Libertad y su mejor amigo Roberto, era como su hermano. Tardó dos meses para convencerla de que fuera su novia porque siempre decía que “Todos los hombres son iguales” y no quería lidiar con un desplante o infidelidad más. Roberto, al cual no paraba llamar pedazo de mierda porque ya no era ni siquiera un amigo lejano, pero tampoco era su enemigo, se lo advirtió varías veces desde que eran adolescentes: “Todas las mujeres son iguales, todas, sin excepción”, también solía decir “Entre más bonita más cabrona” y “El dinero es el mayor afrodisiaco femenino que existe”. Se lo había dicho su padre, cuyos conceptos sobre igualdad, belleza, riqueza y otros asuntos, eran aun abstractos para su corta edad hasta que lo vivieron en carne propia. No sabía que le dolía más: el hecho de que Roberto sólo tardo 2 horas hablando con ella para follársela en su Hummer nueva o que esa vez prefirió no ir en busca de zorraventuras y alcohol con todos los demás para estrenar la camioneta por no serle infiel a ella. Roberto juró que se veía “tan diferente” que la confundió con una puta, ahora estaban seguros de que lo era. Ella dijo que se le subieron las copas, perdió el control y no supo lo que estaba pasando, que él se aprovechó. Aunque eso no fue precisamente lo que se vio en el video en internet que uno de sus amigos grabó “sin querer”. Lo que queda claro es que de noche y pedos, de verdad que todos somos iguales. Ahora que no tenía novia, levantando en un brindis solitario su cerveza, con todo y su orgullo herido de perder un amigo que fue como su hermano se le oía decir con la voz entrecortada desde un rincón del bar: - ¡Que viva la fraternidad!, ¡viva la igualdad! ¡y que chingue su madre Libertad! ¡Salud! – Todos nos pusimos de pie en una ovación que le soltó unas lágrimas. En un gesto fraternal y para ponernos a tono con él, alguien puso a cantar a Pedro Infante en la sinfonola de lugar con “No volveré” y uno a uno con nuestras adoloridas voces recordando algún amor infortunado cantamos en coro desafinado la que fuera su última canción, pues en medio de la confusión del sentimiento colectivo, nadie lo vio salir, ni si quiera dijo adiós, pero dejó pagada la cuenta y se fue para jamás volver como dijo la canción.

David Yaurima P.

Soundtrack del cuento: Los Violadores - Elimno (Libertad, Igualdad y Fraternidad), Volovan y Ximena Sariñana - La luna, Pedro Infante - No volvere.


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