domingo, 31 de mayo de 2009

Las 3 caras de la moneda (Cap 5)

Este fin de semana habrá un concierto rock en la ciudad de varias bandas que me gustan. Me alegró la noticia, ya me hacía falta ir a mover la cabellera, que ahora es corta por eso de la buena imagen que debemos dar como médicos. Vi el calendario cruzando los dedos para que ese día no tuviera guardia y efectivamente así era, mala suerte de nuevo. Pero no ha sido tan malo como otras veces en las que me he perdido fiestas de cumpleaños, despedidas de amigos, reuniones de generación, la boda, etc. Me limitó a mandar mensajes de felicitación desde mi celular, odio tener que hacer eso porque nunca será lo mismo que estar ahí. “El médico es el esclavo directo de Dios. Trabajas y trabajas pero siempre tiene algo de divino” me dijo el Dr. Huerta cuando le comenté porque me sentía un poco desanimado. Ser “esclavo de Dios” no es algo que me anime mucho, pero de que todo esto tiene algo de divino si que lo es. Hablando de cosas divinas, hoy llegaron tres ángeles al hospital, dos enfermeras y una dermatóloga, la Dra. Julia González. No se quien se encargó de seleccionarlas pero las tres han causado buen impresión entre el personal masculino del hospital, entre los más entusiasmados esta mi compañero Médico Interno Carlos Goitia que no ha disimulado para nada su inevitable atracción hacía la Dra. González. Yo me limito a establecer una relación meramente laboral, mis estrategias para buscar otro tipo de relaciones no son tan obvias o al menos eso creo.
Goitia ha presentado un repentino gusto por la dermatología al grado de vérsele pasear por el hospital con un par de libros sobre el tema y se preocupa por cada paciente al que le llega observar algún problema en la piel que a veces ni el mismo paciente había notado. Sus diagnósticos van desde pequeños nevos (lunares), verrugas, melasma (paño), quemaduras solares, hasta psoriasis, vitíligo, dertmatomicosis, etc. lo cual lo obliga siempre a consultar la opinión de la bella Dra. González que en un acto de amabilidad y agradecimiento por el interés de mi compañero en su área de la medicina, le explica pacientemente todo lo que él pregunta o comenta. No se por cuanto tiempo más le funcioné todo eso, si es que le esta funcionando realmente. La doctora recibe toda clase de invitaciones por parte de los otros médicos especialistas y residentes, a cenar, al cine, a dar una vuelta, etc. Ella debe estar acostumbrada a todo ese tipo de cosas, pero al ser recién graduada de su especialidad y al llegar a su primer hospital ya no como residente, sino como toda una dermatóloga debe exigir un poco más y un médico interno no esta en el menú de hombres como el que una mujer como ella pudiera elegir, Goitia lo sabe, por eso se ha lanzado como un kamikaze a la conquista de ella, no tiene nada que perder y por otro lado, esta aprendiendo mucho sobre dermatología.
Recién tuve la oportunidad de presentarme con una de las nuevas enfermeras de nombre Carmen, algunos la llaman carne, una broma machista de muy mal gusto por supuesto, pero no niego que me hizo gracia la primera vez. Su situación no es muy distinta a la de la Dra. González. Realmente es bonita y al parecer de un carácter fuerte, después de dos semanas de haber llegado y rechazado a la mayoría de los que se acercaban para invitarla a salir o algo más, ha dejado muy en claro que no tiene el menor interés en conocer algún hombre, por lo menos no ha nadie de este hospital. Con esos antecedentes prefiero mantener la distancia y evitarme más problemas de los que habitualmente tengo. Sin embargo es inevitable sentir cierto magnetismo cuando se esta cerca de ella, prefiero mil veces canalizar yo mismo a mis pacientes a que ella este presente haciéndolo mientras hago el interrogatorio para la historia clínica. Me pone nervioso saber que esta ahí y aunque no la voltee a ver, su perfume inunda el área por lo que si no me controlara me la pasaría suspirando entre cada palabra que dijera. Pero gracias al gran control y dominio de la mente que se nos ha dado como humanos, sólo en algunas cuestiones, he logrado disimular todo lo anterior y simplemente me comportó indiferente ante su presencia. Evito hacer chistes, tratar de sacarle conversación o llamar su atención de alguna manera. Me limito a preguntarle cosas sobre los pacientes y a saludarla y despedirme sin tanta caravana como lo suelen hacer los demás he notado que no le agrada eso.
Goitia no andaba muy bien hoy, al parecer se le había acabado el encanto con la Dra. Gozalez, era obvio que eso tenía que suceder pero como es mi amigo no se lo quise decir yo para que no lo tomara a mal, tenía que darse cuenta por si mismo de que darle más carga de trabajo a la doctora con todos los pacientes que él solía llevarle no era una manera de acercarse a ella. Me comentó que ella le dijo que las respuestas a sus dudas las resolvería mejor en los libros y que ella no puede darle el mejor ojo clínico para acertar en los diagnósticos, eso lo tiene que ir formando cada médico con base en su experiencia y no tanto en lo que los demás le digan sin buscar por si mismo las respuestas. Todo me sonó a una conversación entre un excitado Padawan y su sexy maestra Jedi despidiéndolo para que el mismo encuentre “la fuerza”. Ahora vagaba sólo por el hospital con un montón de expedientes de pacientes de los que aseguró que el mismo se haría cargo. La terapia de trabajo siempre ha sido una buena forma de mantenerse ocupado y no pensar en los problemas personales preocupándose por los problemas de otras personas, si un poco absurdo pero a los médicos nos funciona. A mi no me fue tan mal, sin querer hice reír a Carmen mientras lidiaba con un abueloma, esos ancianos que seguido traen al hospital por que una de sus 15 enfermedades se le ha complicado, por lo que a veces adquieren un status de clientes frecuentes o derechos de antigüedad y exigen de todo: ser atendidos primero, enfermera personal, mejor comida que los demás pacientes, tratos especiales como si fuera de una condición real del hospital. No hay derecho de antigüedad en cuanto a pacientes, ni mucho menos gratificaciones por se cliente frecuente y preferir nuestros servicios, se los repito de vez en cuando. Finalmente pude hacerle entender al viejo todo lo anterior y lo obligué a disculparse con las enfermeras a las que había gritado, entre ellas Carmen que ni con sus encantos había hecho tranquilizar al abuelo. Me felicitó por haber hecho buen trabajo y me sonrió varias veces el resto de su turno. Al despedirse me regaló una última sonrisa y un “hasta mañana” que me duró hasta el día siguiente cuando la vi llegar y ambos nos dimos los buenos días al mismo tiempo, fue entre encantadoramente penoso pero gracioso. M hubiera quedado a hacerle platica pero fui solicitado por el Dr. Huerta para explicar algunas anomalías con unos pacientes, al parecer estaba muy molesto. Al llegar al área de hospitalización Goitia no tenía muy buena cara mientras recibía tremendo regaño que inmediatamente fue extendido hacía a mí y a Nico que por si fuera poco había llegado tarde esa mañana. Goitia se saturó de trabajo y no había pasado bien algunas indicaciones, se le había retirado sonda a un paciente que no debía y cambiado dietas a otros dos. Nico no había hecho las altas de los pacientes que le habían tocado. Recordé que había olvidado anotar la dosis de un medicamento en el expediente de un paciente por lo que seguro también rodaría mi cabeza pero no, en cambió se me felicitó por ser el único que no había perdido la cabeza y tenia en orden sus expedientes. Me alegró un poco que no se hubiera dado cuenta de mi error por lo que rápidamente busqué el expediente para corregirlo y ya alguien había anotado las dosis y el horario. Quien sea que hubiere sido le debía una.
Por lo pronto le ayudé a Goitia a corregir sus errores. Estaba pasando por esos momentos de crisis aguda degenerativa, esas veces en las que todo va bien y de repente algo hace que suceda lo contrario y va de mal en peor y sólo con apoyó emocional y algún pequeño golpe de suerte se sale a tiempo antes de la autodestrucción laboral nos haga estallar y mandar todo a la mierda. A Goitia ese golpe de suerte le llegó ese mismo día cuando la Dra. González lo invitó para que la acompañara a un simposium y coctel que ofrecía una compañía farmacéutica de productos dermatológicos. Goitia parecía haber recuperado la energía perdida y fue el primero en terminar todos sus pendientes y se esfumó a la hora de la salida. No había visto a Carmen durante la mañana, temporalmente estaba en el área de pediatria cubriendo a otra enfermera que faltó ese día. No se veía muy contenta cuando le dijerón que tendría que ir allá así que decidí hacerle una visita, cuando llegué un residente se encontraba hablando con ella y parecían muy entretenidos. Mala suerte. A veces olvido que él medico interno no sólo es el elemento más joven de los hospitales, sino el que se encuentra en la base de la pirámide de poder por lo que sus aspiraciones no deben ser mayores a las que le permitan tener sus superiores, eso nos repite el Dr. Gomez. Después de todo no esperaba llegar a nada con Carmen. Me retiré a terminar mis pendientes, ya tenía una hora de retraso.
Siempre es un alivio salir del hospital con la sensación de haber terminado todo el trabajo. Es difícil disimular la alegría que a veces siento al cruzar la puerta de salida. Como si el destino quisiera jugarme una broma ahí estaba Carmen esperando su transporte justo donde yo espero el mío. Si se ve muy bien con el uniforme dentro del hospital, fuera de él es mucho mejor. Al principio traté de hacer de cuenta que no me sorprendía verla y fingir demasiado cansancio como para hablar pero fue inevitable al verla sonreír y dirigirse a mí como si le diera gusto verme… ¿le daba gusto verme?.
- ¿Ya vas a casa? – su voz fue una caricia en mis oídos.
- No, bueno si, pero antes pasaré a comprar algunas cosas para mi casa ¿Qué tal estuvo tu día? – Mentí sobre ir de compras por verme más interesante pero suelo cagarla cuando trató de ser más interesante y es cuando consigo de mala gana ser interesante. ¿No es interesante?
- Bien, pero ya sabes como es cansado estar en el hospital. Pediatría es la locura… –
Y comenzamos hablar y hablar, se nos pasaron 2 camiones antes de que nos subiéramos al que nos llevaría a nuestro destino y seguimos hablando y riendo, no parecía ser la chica fría y seria que todos comentaban, quizá sólo era un escudo que se ponía para entrar al hospital y se lo quitaba cuando salía. A mi eso de los escudos no me funciona bien. Cuando llegó el momento de bajarnos nos dimos cuenta que íbamos hacía el mismo lugar. - ¿No ibas a ir de compras? – Me preguntó sonriendo burlonamente, - Creo que mejor iré mañana, estuvo buena la plática - . Al parecer le agrado que prefiriera ir conversando con ella que hacer lo que supuestamente tenia que hacer. Nos despedimos en una esquina donde cada quien debía seguir su camino y no deje de pensar en todo eso hasta el día siguiente.
Goitia no llegó al pase de visita, Nico y yo lo cubrimos diciendo que se había sentido mal y no había podido llegar a tiempo. Una hora más tarde llegó al hospital portando una gran sonrisa que nadie que este enfermo podría tener. Su pseudocita con la Dra. Gonzalez había estado mejor de lo que había planeado, no sólo se pavoneo con ella durante el evento, si no que pudo robarle un beso al final y aunque después de eso no pasará nada entre ellos, para Goitia era una victoria bien lograda. El único que no andaba muy feliz era Nico, había quedado de salir con su novia, una estudiante de medicina de 4to año y se quedó dormido en la residencia de médicos internos por lo que nunca llegó, ni aviso, ni nada. Salir de una guardia y querer continuar el día con otras actividades que no sean dormir puede ser peligroso. Yo me he quedado dormido en el camión de ida a casa, despierto un par de colonias adelante y tengo que tomar otro camión para regresar a donde tenía que bajarme. Nico perdió su cita y aunque esta vez le esta costando una discusión con su novia, a otros les ha costado la relación. Goitia no camina por el hospital, pareciera que volara para trasladarse, sonríe a todo mundo intentando contagiarnos su alegría. A mi la única sonrisa que de verdad me podría poner feliz es la de Carmen, odio aceptar que me gusta y que ahora soy uno más en la lista de los que la acecha para salir con ella, aunque yo ya salí con ella. Bueno, no fue una cita como tal, pero al menos estoy un paso adelante.
Había pasado más de medio turno sin verla y de repente estaba justo frente a mí. Sonreí casi instantáneamente y ella pasó rápidamente haciéndome aun lado muy molesta, de tras de ella salió el residente con el que la había visto hablando la otra vez. Logró alcanzarla justo en las escaleras y parecía tratar de explicarle algo, ella respondió con una certera cachetada y exclamó – ¡Hasta aquí llegamos! – El retumbar de esas palabras me llegó hasta ami como una onda expansiva en una explosión. Tenía novio y no sabía, ni si quiera me atreví a preguntarle, esa era la razón por la cual se comportaba así con los demás. El residente se quedó parado mientras ella se largaba, yo seguí mi camino un poco desconcertado. Goitia que por la mañana parecía volar y repartir felicidad con su sonrisa ahora se arrastraba con una mirada de perro regañado que daba lastima, su querida dermatóloga le había dicho que lo del beso no se volvería a repetir y que desde ahora sólo hablaría con el si se trataba de algún paciente, lo peor es que ella por fin había aceptado la invitación de salir del radiólogo del hospital. Nico no disimulaba la angustia que le producía saber que las cosas estaban peor de lo que pensaba con su novia y no parecían llegar a una reconciliación. Yo luchaba contra mi decepción después de que Carmen me había dicho lo que le pasaba argumentando que no quería saber nada de hombres y mucho menos si estos eran doctores, lo cual me dejaba totalmente fuera de la jugada. Como si la estación de urgencias fuera una trinchera ahí nos refugiamos los tres con nuestras caras largas esperando que la guardia acabara pronto pero la noche apenas había empezado. Justo en ese momento en algún escenario improvisado ya se estaban afinando las guitarras para iniciar el gran concierto al que tenía tantas ganas de ir, pero recordé eso de ser el “esclavo de Dios”. Para ser esclavo tengo un bonito uniforme, vaya consuelo el mio. De repente un portazo en la entrada, seguido de un gemido de dolor nos hizo salir de nuestra burbuja depresiva lo suficiente como para ponerme de pie para entrar en acción. Una sensación de adrenalina recorría nuestro cuerpo lo suficientemente como para olvidarnos de lo que nos estaba pasando, justo lo que necesitábamos. Tomé mi estetoscopio para revisar signos vitales mientras nos informaba el paramédico la situación del paciente.
- Femenino de 48 años de edad, hipertensa, obesidad grado II, sufre ataque de crisis nerviosa con perdida de tono y fuerza muscular, cursa con disnea y…-
Aunque siempre haya problemas y decepciones en nuestra vida que nos tumben por momentos siempre habrá algo más por lo cual luchar y salir adelante, es cuestión de esperar atentos porque aunque estemos mal, siempre hay alguien que nos necesitara. El como lograr que nuestros problemas no se expandan tanto como para afectar nuestro desempeño es un verdadero reto el cual tenemos que afrontar cada momento y sólo resta lanzarse con todo y quizá con suerte podamos ganar.
8 horas después he tomado tanto café que me tiembla la mano para firmar mis notas de los expedientes, Goitia ha quedado dormido sobre su maquina de escribir como si esta fuera la almohada más cómoda que pudo encontrar. Nico duerme sobre una camilla como si fuera un cadáver. El sol empieza a salir. Quisiera poder teletransportarme hasta mi cama en mi casa y no despertar hasta varios días después. Por ahora tengo un par de horas antes de que la cafeína termine su efecto en mi cuerpo y me desconecte como si fuera un robot. Sólo por si las dudas, tengo dinero extra en caso de que me pase la parada del camión donde me tengo que bajar para ir a casa. Los rayos del sol son como latigazos en mis ojos que de no ser porque tengo que ir a casa, regresaría a resguardarme en mi frio y oscuro hospital, empiezo a creerme eso de ser esclavo.

2 comentarios:

Alma dijo...

Me encanta como cuentas tu vida como Médico Interno, la facilidad con la que hilas las palabras. Como haces que nos interesemos por leer de principio a fin... y se vuelva un poco obsesivo, mirame a mi, tengo que terminar un trabajo y en lugar de eso estoy leyendote.

Dr.Dave dijo...

Hola Alma!

Muchas gracias por tu comentario y por leerme. Trato de darme el tiempo para narrar por medio de esta historia un poco de lo que se vive en el internado. Es una mezcla de cosas que me pasan a mi y a mis otros compañeros. Un saludo donde quiera que estes y seguimos escribiendo y leyendonos. atte.

Dave


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