lunes, 16 de marzo de 2009

Al que madruga, Dios no lo molesta (Cap 2)

- ¿Olvidaste algo? – preguntó ella sorprendida de verlo nuevamente.
- ¡Si! – contestó él y la besó antes de que entrara a casa. La cámara se aleja lentamente elevándose sin desenfocar a la pareja mientras las hojas de los árboles caen y una melodía romántica acompaña de fondo, se oscurece la pantalla.
FIN
No se porque terminé de ver la película si ya intuía que acabaría con una escena así. Esperaba que algo interesante pasara, pero no, ¿Qué se puede esperar de películas americanas que pasan por un canal de televisión abierta? Para la mayoría tal vez ese era el mejor final, así debía acabar porque de otra forma no hubiera sido bueno para el espectador, ni justo para los protagonistas. El público satisfecho, menos yo. Apagué el televisor y me fui a dormir. Me esperaba un día largo y ya había perdido una hora de sueño intentando dormir. Maldito insomnio preguardia.
Como era lógico me levanté algo tarde lo cual me hizo iniciar el día estresado, tenía 15 minutos para llegar y reportarme en el hospital o tendría problemas. Finalmente llegué 15 minutos tarde. Mi excusa fue: “se descompuso el taxi en el que venía al hospital”. Se lo creyeron y me la perdonaron.
Otro día más de guardia en el hospital. No me molesta, pero es como un juego de azar, nunca se sabe que te tocará ver, si podrás dormir un poco o si pasaras la noche entera en acción. Hay que estar listo para lo que venga no importa si estas o no de humor.
El día se fue muy rápido y por la noche parecía estar tranquilo, con esto me refiero a que no hay nada fuera del estrés normal al que ya estamos acostumbrados a vivir en el hospital. Me llamó la atención el paciente de la cama 6, Don Miguel, un anciano de 74 años que ya era cliente frecuente del hospital. Esta vez no se veía nada bien, otras veces al menos era más cooperador y despierto a pesar de no poder hablar muy bien por la bronquitis crónica que le acompañaba desde hacía un par de años, podían oírse sus estertores sin necesidad de usar un estetoscopio. Parecía estar cansado. Las visitas al hospital una vez al mes por una semana se había vuelto rutina. Pasó navidad y año nuevo aquí en el hospital. Estaba planeado darlo de alta dos días antes del año nuevo para que lo pasara con su familia, se mantenía estable de su estado de salud pero extrañamente una crisis de hipotensión durante la madrugada hizo cambiar de opinión a los médicos. No había algo directamente que explicara el descenso repentino de la tensión arterial, la hija de Don Miguel sólo comentó que de repente lo vio mal, se puso pálido y empezó a vomitar. Yo mismo había tomado sus signos vitales una hora antes y tenía la presión ligeramente elevada. Finalmente recibió el año nuevo acostado con una mascarilla de oxígeno y un suero para recuperar la hipotension. A mi me llamaron la atención por ser poco cuidadoso al hacer mi trabajo y no darme cuenta que el paciente estaba mal. – Ni siquiera sabes tomar bien signos vitales, regresa a tu escuela a que te enseñen bien lo que debes saber para estar aquí y después regresas – comentó molestó el Dr. Rodríguez, medico de guardia esa noche. Me guardé mis comentarios, sabia que no lo había hecho mal y eso me bastó. Pero por el sólo hecho de ser Médico Interno traes escrita una C mayúscula de CULPABLE en la frente. Algo había bajado la presión del señor de 140/90 a 70/50 en menos de una hora.
Pasé a ver a Don Miguel, había otras dos personas más con él. - Mañana lo dan de alta – les recordé y no pareció darles tanto gusto. Mientras tomaba sus signos vitales con mi estetoscopio alcance a oír algo sobre la boda de una tal Julia ese fin de semana y de quien se quedaría a cuidar a Don Miguel, se veía molesta la hija del señor. Yo hice de cuenta como que estaba concentrado oyendo el viejo corazón de Don Miguel que parecía querer apagarse como un eco en cada latido, pero de repente latía con fuerza. Una arritmia, algo nuevo en Don Miguel. Seguí con mi visita por el hospital, casi los mismos pacientes de hace tres días cuando estuve de guardia. El Sr. Horacio era una especie de celebridad en el piso de hospitalización, salió en la televisión por intentar detener un asalto por unos monos y le dispararon. Lo cierto es que como toda la atención estaba fija en los primates en el momento del asalto nadie, excepto el mono que le disparó y yo, se dio cuenta que el Sr. Horacio intentó huir más que detener el asalto. De cobarde a héroe es un salto que sólo se puede dar gracias a los medios de comunicación. Tal vez por eso se llaman “Medios de Comunicación” porque “medio comunican” Ja… otro mal chiste producto del desvelo.
- ¿Que hizo anoche doctor? Se ve desvelado – me preguntó Paty, una enfermera.
- Vi una película a la mitad sobre una pareja de universitarios que no se atrevían a confesar su amor –
- ¿En canal 2 verdad? Yo si la vi completa, estuvo muy bonita, muy romántica y al final acaban juntos, me encantó –
- Si, estuvo buena - mentí por cortesía… o por hipócrita, como se quiera ver.
Justamente iba a dar mi fingida opinión sobre la película, cuando sonó el teléfono. El paciente de la cama 6, Don Miguel se había puesto mal, cayó en paro. Hacía una hora que lo había visto y lo reporté estable con una ligera arritmia al médico de guardia. El resto de sus signos vitales estaban normales: TA de 130/80, frecuencia cardiaca de 72, frecuencia respiratoria de 22 y temperatura de 36.7º C. Me dirigí a la habitación rápidamente para ver que es lo que había pasado, pedí el carro rojo, oxígeno, y le indiqué a la enfermera que avisara al médico de guardia. Don Miguel se encontraba ya frío, pero aun tenia un pulso débil y apenas respiraba. Inicie dando apoyo respiratorio con el Ambú (el baloncito auto inflable con mascarilla para dar respiración asistida) su presión había descendido súbitamente. Era necesario intubarlo y yo tendría que hacerlo. Sólo lo había hecho en dos ocasiones anteriormente supervisado por otro médico. Por mi mente pasaron todos los pasos y tips que había recibido y sabía lo que tenía que hacer: híperextensión del cuello, verificar vía área permeable, tomar laringoscopio con mano izquierda, introducir por comisura labial derecha, desplazar la lengua y avanzar hacia arriba y la línea media… entonces algo llamó mi atención: Don Miguel tenia la cavidad oral cubierta de un líquido morado obscuro. Introduje la cánula, para mi alivio entró a la primera. Rápidamente llené el globo de la cánula de aire para fijarla en la traquea y comencé a insuflar. Miré hacia la mesa donde colocan la comida creyendo que tal vez se había asfixiado con algún alimento de ese color y solo había gelatina de limón y te de manzanilla. Le pregunté a la señora que es lo que le había dado. Ella pareció ponerse muy nerviosa y contestó que nada. Le pedí que saliera de la habitación. – ¿Que pendejada hiciste ahora? – me preguntó molesto el médico de guardia, a veces no suele ser muy cortes. Intenté explicarle todo lo que había hecho hasta el momento pero me quitó para revisarlo el mismo. El corazón de Don Miguel ya no latía. – ¡Dale compresiones cardiotorácicas! – me gritó el médico mientras insuflaba para mantener la respiración del anciano. Atropina, adrenalina… nada. No respondía. Yo seguía apoyando mis manos sobre el pecho de Don Miguel contando en voz alta las veces que presionaba y sentí como sus costillas se quebraban bajo mis manos. Su corazón no reaccionaba. Por fin llegó el equipo con el desfibrilador y me retire para que dieran la descarga. Nada. Otra vez inicie el masaje cardiaco. - ¡10 min. de RCP! – indicó la enfermera. Atropina, adrenalina, descarga. Nada. Yo seguía contando en voz alta: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12… el sudor me mojaba los ojos y ahora ya no veía nada. – ¡Hazlo bien! – me grito el doctor, como culpándome de que no reaccionara el paciente. Yo traté de olvidar el ardor de mis ojos y el cansancio y concentrarme en Don Miguel que se negaba a regresar. – ¡20 min. de RCP! – volvió a gritar la enfermera. Don miguel tenia ese extraño liquido morado en la boca que nadie parecía notar o darle importancia. Todos se mantenían a la expectativa observando el monitor al que estaba conectado Don Miguel, algunos entraban y salían. 30 min. de reanimación cardiopulmonar avanzada y no había respuesta positiva. Estaba ya muy cansado, apenas me iban a relevar y el médico indicó que lo dejáramos. Preguntó la hora de muerte: 8:45PM.
Salió de la habitación para hablar con los familiares y yo me quedé desconectando al paciente. Miré nuevamente su boca, no era normal ese líquido. – Se hizo lo que se pudo doctor – me dijo la enfermera. Yo me quedé en silencio. Era la segunda vez que el mismo paciente se me ponía mal en los días de mi guardia. Algo no andaba bien. Regresé a la habitación antes de que sacaran el cadáver de Don Miguel, todavía no habían movido mucho las cosas en la habitación. Busqué algo que explicara la muerte de Don Miguel o su boca morada. De repente, en la basura una mancha morada en una bola de papel higiénico me llamó la atención, tomé un par de guantes y escarbé más en la basura. Destapé la bola de papel higiénico y encontré varias cápsulas de Nifedipino, un antihipertensivo, aplastadas. Alguien había aplicado una sobredosis de Nifedipino sublingual a Don Miguel lo que provocó que tuviera una hipotensión severa y el paro cardiaco del que ya no pudimos sacarlo.
– Paty, ¿Quienes entraron en la habitación en la última hora? – pregunté a la enfermera.
– Nadie además de mi y la hija del señor, ¿Pasa algo? –
- No, nada. Solo quería saberlo por curiosidad – Envolví la evidencia entre mis guantes y me retiré. Al salir me topé con la hija de Don Miguel quien me miraba nerviosa.
- ¿Qué pasó? – me preguntó llorando.
- Usted sabe lo que pasó – le dije serio mostrando el bulto en mis manos.
- Ya no podía más, estaba acabando con mi vida, mi matrimonio, yo siempre me hice cargo de él, abandoné a mis hijos y esposo por cuidarlo, mis hermanos nunca me daban dinero para su mantención, mi hija está por casarse y nadie quería hacerse cargo de él unos días para poder organizar todo lo de la boda, yo sólo quería que se pusiera un poco mal para que no lo dieran de alta, ¡no quería que pasara esto! – lloraba asustada.
- Doctor, le habla el médico de guardia – Me avisó la enfermera muy solemne. Tiré el bulto a la basura y me retiré para dirigirme a la residencia de médicos donde me esperaba el médico de guardia, quizá quería una explicación.
– …la hija dice que Don Miguel había estado presentado reacción alérgica a varios medicamentos últimamente, una crisis de tos, más la arritmia cardiaca empeoraron el cuadro y por alguna razón tuvo una reacción vagal, lo que provocó que le bajara súbitamente la presión. Eso debió pasar – intenté dar una explicación lo más coherente posible.
- Si, tal vez. Como sea, espero que no pase a mayores problemas esto. Haz la nota y el acta de defunción. Tienes una suertecita con los pacientes últimamente. Cualquier cosa me avisas, estaré viendo una película así que más vale que sea importante lo que tengas que decir –. No todos son tan accesibles y considerados como el Dr. Rodriguez.
Me tomé un Naproxen y Paracetamol, seguramente me dolerían más la espalda y los brazos por la mañana, dar RCP es fatigante, estresante y a la vez, odio decirlo, como realizar algún deporte extremo, sientes correr la adrenalina y como no si está en juego una vida. Es excitante.
Pasaron 2 días desde el fallecimiento de Don Miguel. Me parecía increíble todo lo que había pasado. Preferí no pensar en eso, seguía un poco adolorido del cuerpo. Tomé una tableta de Clonazepam desde las 8pm para no desvelarme viendo la televisión. Aun así mientras me hacía efecto, la encendí: “continúan los atracos por parte de monos asaltantes, esta vez robaron dos joyerías del centro… eso y más noticias locales al regresar de unos cortes comerciales”. Bien por ellos, seguro que eso significó muchas bananas en recompensa para el par de monitos, no todo es tan malo. Cambié de canal. Comenzaba “Amelie” una de mis películas favoritas. Me quedé dormido en el sillón no se en que parte de la película. Desperté tarde de nuevo pero llenó de energía que pocas veces siento por haber dormido tan bien. Apenas llegaría a tiempo al hospital si me daba prisa. El taxi donde viajaba comenzó a fallar y de repente se detuvo. El chofer me pidió paciencia pero no podía esperar, bajé del auto para parar otro taxi pero no pasaba ninguno desocupado. Una vez más llegué 15 min. Tarde al hospital.
- ¿Y ahora qué? ¿Se descompuso de nuevo el taxi en el que viajabas? –
- Si, otra vez – contesté apenado.
- Como sea llegaste tarde y por eso te quedas de guardia o prefieres que te haga la sanción por escrito, te recuerdo que si juntas tres vas para afuera – parece que disfrutaba decirlo.
- Me quedaré de guardia doctor – dije resignado, ahora tendría doble guardia. Dos noches seguidas de acción.
No me había instalado en mi puesto de trabajo cuando me llamarón. El paciente de la cama 12, un hombre de 60 años cayó en paro.
- ¡Avise rápidamente al médico de guardia y consiga dos Naproxen y una Aspirina! –
- ¿Eso le quitará el paro al paciente? –preguntó extrañada Nelly, la enfermera del turno.
- No, es para evitar que me dé mi, será una larga guardia – sonreí y me fui corriendo a hospitalización. Mi compañero de guardia ya insuflaba al paciente y yo ya sabía lo que tenía que hacer. Me quité la bata, me arremangué la camisa y comencé: 1, 2, 3, 4, 5, 6…
Musica al gusto:
David Yaurima P.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esperemos que no se vuelva frio, desconfiado, calculador, que no le maten el lado bueno de la vida "aunque sea este ilusorio".

tt dijo...

Chanfle! matar al jefe porque de plano ya no soporta (él) su sufrimiento es comprensible, pero por organizar una boda?? asco, asco, asco!!

Alma dijo...

Haces que aquellas personas que por falta de vocación no estudiamos Medicina (y que nos hubiera gustado hacerlo) podamos saber como es la vida de un doctor con cada palabra que escribes. Enhorabuena.


I made this widget at MyFlashFetish.com.